lunes, 3 de octubre de 2011

Cómo buscar piso en Pekín y no morir en el intento


Hete aquí que voy a relatar las fabulosas hazañas de nuestra llegada a la ciudad que nunca duerme (no me extraña, con tanto cartel con luces de neón a lo puti…) y nuestro desesperado intento de búsqueda del perfecto piso.
  
El mundo es un pañuelo, y está lleno de mocos. ¿Cómo puedes coincidir en una ciudad de unos 20 millones de habitantes (sí señores, la mitad que España aquí todos congregadicos) en el mismo hotel, con apenas un día de distancia, con una pamplonesa que tiene la misma beca que tú? 

Y así es. Después de un duro viaje de 18 horas haciendo escala de Dubai (por cierto, geniales las vistas desde el avión por la noche), conocí a la que después sería mi compi de piso, y nos fuimos a comer al restaurante chino del hotel (y digo chino, porque había para elegir coreano, japonés, etc, etc.). Nos abrieron las puertas del paraíso gastronómico dos chinas guapísimas, todo altas ellas, vestidas con un traje rojo tradicional, y nos sentaron a elegir el menú mientras una de ellas esperaba a nuestro lado durante el eterno cuarto de hora que nos costó elegir algunas de las fotos del menú.  Y por fin llegó la comida. Como venganza del cuarto de hora esperando nuestra decisión, las camareras del restaurante se descojonaron a nuestra costa al vernos usar los palillos. Solo les faltó ponernos un cartel de neón encima y echarnos cacahuetes… 

Y al día siguiente empezó nuestra dura odisea por la calle de Pekín. Sí, la calle. Hay una calle en esta ciudad que tiene un enigmático imán sobre nosotras, y los primeros días no pudimos resistirnos a recorrerla insistentemente de punta a punta. Su nombre es Chen Fun Lu, y va desde Wu Dao Kou (la zona en la que queríamos vivir), hasta la universidad. Ahora con la bici la recorremos en 20 minutillos del ala, pero entonces, pobres pardillas, nos costaba algo así como una hora llegar hasta el campus. 

Aquí es donde empieza la guía sobre cómo buscar piso en Pekín, para futuras generaciones de incautos:  

-                  - Primer pensamiento al llegar solo e indefenso a una ciudad que cuando sales a la calle en verano tu pelo y tu ropa hacen efecto vacío sobre tu cuerpo: “Tengo que conseguir una habitación en una residencia, no puede ser peor que mi hotel que huele a watermelon”. ¡Primer error! Tu habitación watermelon será mil veces mejor que cualquier otra habitación que vayas a ver, a no ser que te vayas a (SPOILER) los apartamentos VIP.

-                  - Si no quieres deprimirte, no vayas al campus antes de que empiecen las clases. Y si insistes en que te enseñen una habitación en una residencia, por dios, no vayas a la que está dentro del campus, la de Shaoyuan. Esa es para los chinos que tienen beca del gobierno, y es lo más deprimente que puedes encontrar. Fuimos el segundo día de nuestra estancia, y después de subir cinco pisos de un laberíntico edificio, nos enseñaron un zulo con dos camas y nos dijeron que el baño era compartido con las cincuenta personas que había en cada planta. Sí, las fregonas de los baños me recordaban a las de la Cenicienta. En cualquier momento se pondrían a bailar y a cantar… Definitivamente, NO.

La solución, en el próximo capítulo.

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